
Fabien Damaz nació en Saint Quentin La Poterie (Gard), un pueblo de tradición alfarera que se remonta al siglo XIV, que ha sabido perpetuar su actividad y adquirir una reputación internacional, y fue con sus vecinos alfareros con quienes aprendió a tirar.
Especialista en gres, lleva más de 10 años explorando el fascinante mundo de los esmaltes cristalizantes
Desarrollada probablemente en China y redescubierta a mediados del siglo XIX por los fabricantes europeos durante las investigaciones sobre los esmaltes metálicos (Manufacture de porcelaine de Sèvres, luego en Copenhague, Meissen, etc.), esta técnica de fabricación crea cristales en la superficie de la pieza que se forman gracias al zinc contenido en la receta del esmalte.
Esta técnica es poco utilizada por los ceramistas, ya que implica muchos riesgos e incertidumbres debido a los innumerables factores que afectan al resultado final (la elección y combinación de los esmaltes, la temperatura del horno, la disposición de las piezas dentro del horno, la forma en que se enfría el horno, etc.). Requiere años de investigación y experimentación, y el ceramista, incluso uno experimentado, tiene que aceptar cierto grado de incertidumbre sobre cómo se desarrollarán los cristales.
Incluso para los expertos, la técnica no siempre produce los resultados esperados.
«Siempre con la misma gran emoción abro mi horno después de las cocciones y descubro mis nuevas piezas… La magia o los caprichos del azar hacen que, incluso después de una preparación meticulosa y precisa para favorecer el desarrollo de los cristales, el resultado diste a veces mucho de lo que esperaba. A veces me sorprendo gratamente, otras me decepciono, en cuyo caso tengo que obligarme a utilizar el martillo (*). Es un proceso de aprendizaje continuo, pero aunque la experiencia sea a veces dolorosa, te ayuda a progresar hacia la perfección. «
Fabien Damaz
Los motivos cristalinos y constelados, los delicados reflejos, los matices sutiles y las irisaciones únicas hacen de cada una de las piezas seleccionadas una obra de arte excepcional, un mundo hechizante y poético.
(*) En su libro «La Sagesse du Potier» (La sabiduría del alfarero), Jean Girel evoca la exigencia del alfarero, que debe obligarse a destruir una pieza que considera insatisfactoria: «El verdadero alfarero se reconoce por su capacidad para romper todos sus errores (…). Sus herramientas son, por orden cronológico, el torno, el horno y el martillo».